Poesía Indie


Carretera 89
Por Eduardo Valdivia Sanz


A menudo, para encontrar diversión los motociclistas
capturan mariposas del exilio,
enormes recipientes de silicona y cuero
que descansan en los postes de las farolas de las gasolineras
de un camino cualquiera de un país cualquiera.

Apenas las recuestan explotando de lujuria
sobre la casaca macarra,
esas reinas del fru fu,
alegres y dicharacheras,
abandonan sus penas de casino al cerrar la puerta
del hotel salvación,
ellas dibujando dientes
mueven la rodilla con balanceo cuneiforme,
se arrancan de los ojos el velo traicionero
jurando a los cuatro vientos de la virgen mala,
qué puta soy y que rico es el ye ye
en la gruta y la ventisca del verano.

Esas señoritas de alas transparentes
mueven los hombros en remedo de una partitura de narguilé;
el hombre tatuado,
cargado con la pólvora y el azafrán,
tortura la espalda de la diosa con cera derretida,
la chica grita a la autopista,
que remeda
renqueando una película de Lynch
en un cine de barrio francés.

El motociclista se asemeja al rey de las nubes
que frecuenta los talleres picolino,
se ríe de los que visten de uniforme azul;
solo, exiliado,
en medio de pastizales amarillos
que parecen una larga línea de mar,
las alas de las mariposas, ahora le impiden marchar.

Se quedará borracho en los simples cueros,
tendido y complacido sobre una teta 38 b.

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