El poema del día de hoy




La máquina nocturna
Por Michael Strunge





Lentamente la noche se va cargando de luz de la ciudad.

Los botones de las estrellas titilan

y en la pantalla de la luna se ven las primeras imágenes.

Oh, me balanceo como en un vapor,

un pesado tren expreso a través de la oscuridad,

vuelo alto en la máquina nocturna.

Nubes de vapor de sueños

susurran blancamente a la tierra.

La máquina nocturna trabaja y absorbe las almas de la gente.

La oscuridad se llena de un runrún de energía…


Asisto a un concierto en la Máquina de Rock.

Los supervivientes de la semana se apretujan en torno al pequeño escenario

el aire arde de música.

Estamos en trance y con ganas

transcendiendo

las fronteras entre los sexos,

entre dimensiones de realidad,

danzando en formaciones en trance

en algún lugar de la ciudad dormida.

Somos niños angélicos perdidos

con alas de canción de futuro,

con el niño en la sangre y en el morro el pitillo.

Tenemos piel del sueño más frágil

y corazones que resplandecen más que el neón.

Estamos minusválidos por el brutal sonido del día,

sangrante nieve rosada,

clavados por los titulares de los periódicos.

Somos una parte de la Máquina nocturna

transformamos angustia en amistad.

Llevamos nuestros cerebros con orgullo

intercambiamos sueños y cigarrillos,

nos llenamos de embriaguez y música

cambiamos de sexo y máscaras.



Luego nos vamos a casa cada uno por su lado

atravesando la Máquina nocturna con nuevas identidades

siguiendo rutas fijadas públicamente.

Nos caen negros pedazos de sueño

del cielo de petróleo en los ojos.

Nos dormimos como organismos unicelulares

de cuando la tierra era mar.

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