Poesía Indie

Una dura verdad

Por Eduardo Valdivia Sanz

Mi alma no brilla,

el fuego es una cadena de ortigas

en esta noche de fado,

el mendigo del parque golpea

como una porra de la muerte,

mi piel es un reguero de pólvora,

sufriente en el camino de los carneros,

la piel es un sueño del malo,

de pobre niño roto,

la navaja es un libro de Cioran

en el día del padre,

las tierras de los hombres sin mirada

es el final de los recuerdos,

la diferencia entre el remordimiento y el asesino,

está en la intensidad;

qué sabe el barquero del hombre,

no creo en los demiurgos

ni en los dioses de barro;

la esperanza parece una molienda

de cristales en la boca,

como los desiertos que caen del cielo

en las tardes de la alegría de Mariel;

la ciudad de las rameras

es una mujer de incontables anillos,

su lengua chasquea, regando el mal,

me rebela que haya un testigo,

no creo que un Dios bueno

haya planeado su muerte desde toda la eternidad,

que lo haya regado a la tierra,

y que mañana su voz sea poco menos que nada.

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