Poesía Indie

Un trasto de un altillo
Por Eduardo Valdivia Sanz

Tú eras mi alegría,
eras el aire que calentaba mi piel,
tus ojos de espesura
eran un ramo de jazmines
que me hacía desear
que la luna me besase,
hoy no calmas tu rabia
entre mis dientes,
y soy un fantasma,
recorriendo los corredores del pasado,
ahora el perfume del agua de violetas,
es una espina clavada en mi mano,
allí entre esos rastros de tus pasos,
mis ojos son una cascada,
que baila sobre un escalpelo,
mi piel arde
y el tiempo corre despacio,
mi respiración se hace de roca,
busco mis venas y doy los tajos,
el agua del lavador ya está roja,
aguardo a que mi vino dejé de brotar,
cortó otra vez,
es una bella hendidura
que me trae un viento seco,
no hay demonios en el aire,
ni una mano que detenga mi decisión,
quiero que el dolor cese,
que termine para siempre
y que nunca más regrese a mi torre,
allí en esos segundos de carreteras,
ofrezco mi alma para rescatar tu muerte,
esta vez me has quemado hasta los huesos,
me he convertido en un ser de las sombras,
arrinconado en un universo de telarañas
al igual que un trasto viejo,
que nadie recuerda en un altillo,
mujer, mujercita de pies pequeños,
que grande fue mi locura de haberte amado.

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