Poesía Indie

El viejo cargador de la esquina

Por Eduardo Valdivia Sanz

La mañana me levanta

y hubiera querido no despertar

tan temprano,

el primer recuerdo es Julio

parado en la puerta de la casa de mi abuelo,

allí lo supe,

debía más de un triunfo a mi casa,

el viejo Julio parecía un fantasma bajo el sol;

yo iba a comprar queso y pan,

mi menú eterno,

y lo vi como espía del pasado,

de otras calles

de otras lluvias,

lo saludé y él respondió

con un gruñido,

sentí su decepción

a la casa,

él había visto

una vez el resurgimiento de mi casa,

peleé como nunca,

trabajé noche y día por sueños

por migajas,

pero la mirada de Julio me siguió hasta la tienda

yo había traicionado a mi casa,

sólo él seguía aferrándose a esas paredes.

Una ciudad había crecido y muerto

frente a esas ventanas,

lo sentí indefenso viendo correr otra era,

se apelotonaba la mañana

los años cuarenta con los años setenta,

y él vivo vivo,

mirando a los nuevos días,

en su mirada encontré mi niñez,

el carretillero cuyo nombre no recuerdo,

el viejo Manuel, calvo y arrastrando una pierna,

burrita el viejo Julio,

realizando trabajos varios,

la tierra del verano,

el silencio de las tardes

que ahora es roto por un enjambre

de mototaxistas lisurientos,

de muchachos que han convertido

su realización de respirar

en poseer un celular,

unas zapatillas de marca

en fin,

Julio no me jodas

te equivocaste de casa,

de ciudad, de sueños,

ve a llorar tu nostalgia a otra parte.

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