Poema Mío Inédito II

Un breve ejercicio de anagramas por Eduardo Valdivia Sanz
Desde el castillo de la noche observo el paso del viento,
la calma etérea de la biblioteca del faro
es un regalo de los dioses de Lagash,
frente a la ventana del jacarandá
la claridad de la noche llega como un musgo de aurora,
las olas golpean contra los escollos y empiezo a sentir que la soledad es buena
cual arena del poniente o una roca del Himalaya;
ya no hay dolor en la melaza, el jugo del olivo es mi alimento,
y mi brisa no recula con la capa del farsante;
ahora que una extraña sonrisa se dibuja en las estrellas,
comprendo que el tiempo es sabio
y que el aire embriaga la fuerza de la draga;
allí lo sé con inusitada calma,
las palmeras del pueblo son figuras de duraznos,
cortaplumas de un duende que no atraviesa mis murallas.

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