Poesía Independiente


La noche de los cuchillos largos
Por Eduardo Valdivia Sanz


El hombre alinea las balas,
tiene una soga de nylon, una manopla y un cilindro de gas,
ha esperado por mucho tiempo a que la luna sangre,
recuerda el pacto de la estrella y es hora de exigir su pago,
la mujer que cayó en un río de monedas lo ha llamado,
tres veranos han pasado ya es el tiempo, le dice,
ve hijo, ve por las sombras de la ciudad de los laberintos,
la figura de cabellos de piedras sonríe desde su portal,
tiene la piel de cera
y una extraña tintura de barro corre por su mirada;
dio tiempo a sus demonios a que bajen la guardia,
que ceben sus almas con la avaricia de los cuerpos deformes,
las sombras de los corredores son fardos de grasa,
corazones debilitados por el licor,
sus ojos son aguachentos
y sus piernas se quiebran a la menor tormenta;
las sombras duermen en sus delirios,
se saben infelices, atrapados en sus mezquinas victorias,
sus sueños empiezan a hartarles y no esperan a su Némesis;
el hombre se desliza por una calle estrecha,
es de madrugada,
la sombra no lo ve llegar,
es tarde ya, unas manos poderosas aprietan el aire;
la luz del poste se ha vuelto negra,
el hombre ha cumplido su palabra,
la sombra ha caído en el pavimento.

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