Poesía Independiente

En el penúltimo canto de los ojos del inmortal
Por Eduardo Valdivia Sanz


Los bárbaros arrojan los dados,
el halcón huele la sangre,
el herrero afila las lanzas,
y a la luna los perros ladran;
las mujeres maldicen su suerte,
el hechicero ha sido empalado,
la sangre mancha la tierra,
y los verdugos esperan su hora;
en esa baraúnda de maldiciones,
el alma del sacerdote es un lago de hielo,
su miedo es pasta de resina en la boca,
como lluvia cayendo del cielo;
alégrense niños de las sombras,
ya nació el señor del calabozo,
ha venido a traer el dolor,
como un regalo de piedras con hielo;
pobres siervos de la comarca dejen de gritar,
sus amos han ofendido al ser de las rosas,
es inútil lamentar el dolor,
pues el verdugo ya cabalga sin miedo.

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