Poesía Independiente

modelo: Paola García
La balada de neón
Por Eduardo Valdivia Sanz


Cuando miro en lo hondo de tus respiros
siento pelusas en la nariz,
al igual que un hormigueo de agujas en el alma de jengibre,
entonces
sé que no soy un gigante al que le han amputado un brazo,
en fin de cuentas
no soy fasto de molinos
princesa de las calabazas,
duele tu necedad y que abordes palabras
en una ansia de luna rota,
lo digo como en un simple suspiro,
aún no me resigno a perderte
y a saber que tú vas tanteando en la oscuridad,
y que yo, tu otra cara de la moneda,
voy arriado de dolores,
persiguiendo rosas y espinas de ladrillo verde,
ahora que la manzana de Eva
es muerte en mis labios rotos,
sé que un día fuimos racimos de Burdeos
al igual que un conjuro de vudú
en espejo deslizante,
sí, mar de hielo de arena,
en esas sombras de belduque,
nos vimos en cada mañana de sol sin beso de amarillo;
te acuerdas, teníamos horarios fijos
cronometrados con caricias de manto azul,
decíamos hola miau, a cada chucho que veíamos por las aceras,
había nubes de diamantes
y unos hombres tomando cerveza,
era el barrio,
nuestra calle recién asfaltada
y todos esos restaurantes de pobretones,
al igual que celos del olvido,
o un viento chino en la tarde de tu boca;
ay celadora de las caricias,
cómo extraño el olor de tu cuerpo y la suavidad de tus dedos;
todo el tiempo te amé incluso cuando jugabas a ser brujita,
fue una tontera que partieses
buscando la llave de la mandala,
viste cómo no hay nadie en el aire,
viste cómo todas tus sombras son cuerpos de ojos rojos
detrás de un trago de Red Bull con Ballantines;
qué gata fuiste
todas las discotecas son iguales
siempre es el mismo piano bar y no siempre se puede decir tengo 22 años,
un día tienes 25 y luego 30
entonces
como una historia contada y vuelta a contar
dices por qué juego a la sota de espadas en los bares del malecón,
ves cómo siempre la gente repite las mismas sandeces,
da pavor lo predecible que es la señora de besos fríos
en moneda arrojada en el viento,
todos los amores sin tibio amanecer
los he encontrado por las sombras de los besos nuestros,
así pobrecita,
todavía te contentas con un envoltorio de Lucky Strike,
o con una cartera de calderilla;
pero sabrás mi loca de las musarañas,
te extraño,
te extraño como un demente
en la caja de la metralla desteñida,
sí chiquita,
ruego cada día
para que no seas una más de mis historias,
una más de mis mujeres fantasma que después coleccionaré en una espátula
hecha de carbones y de fuego,
no bonita,
por una razón de protector de figuras de las navajas
amo tu mirada de sol que cae en la orilla,
sí princesita
no eres una carta de la baraja española,
o una contraseña de una alma triste
de tanto pintarte el cabello y jalar tanta ralla de coca,
ay fantasma de los tiempos inaptamentes
no sabes cómo anhelo tu regreso,
como el beso de la muerte en las rajas de mi mano.

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